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TURISMO SOSTENIBLE E INCLUSIVO: Una travesía sensorial para todos

Por: Yanet Villasana

 

Las personas tenemos la idea que desde siempre hemos tenido la necesidad de viajar, ya sea para explorar y descubrir nuevas tierras o para nuestro propio disfrute, como una dosis controlada de utopía para regenerarnos del desgaste de la cotidianidad. Pero no siempre fue así.

El origen de la palabra turismo se remonta al siglo XVII, en los denominados GRAND TOUR, donde jóvenes nobles europeos viajaban por Europa (Francia, Alemania, Italia y Grecia) con el objetivo principal de empaparse de historia, arte y patrimonio cultural. Se consideraba una forma ideal de educarse. De hecho, hay reportes del Diccionario de Oxford, de que la palabra turista se utilizó por primera vez en 1811.

Es interesante analizar la percepción del origen del turismo descrita por la canadiense Judith Adler, quien en 1989 publicó en la revista Annals of Tourism Research que “El turismo no siempre ha ocupado el lugar de honor que hoy ocupa en el ritual viajero. Los sentidos han recibido distintos tipos de atención por parte de los codificadores de las convenciones viajeras.”

Según Adler, entre 1600 y 1800, los métodos de viaje se transformaron desde un enfoque académico para enriquecimiento del discurso y cultura, hacia el entusiasmo por una observación presencial. Al mismo tiempo, en ese cambio de atención de los sentidos desde el oído y la lengua del viajero hacia la vista, se desarrollaron por primera vez muchas de las convenciones de la práctica turística actual.

La manera en la que percibimos o visualizamos la experiencia de viaje debe entenderse en relación con las características culturales y sociales de cada época, y también en cómo era percibido el cuerpo humano como instrumento del viaje.

Si bien ahora, celebramos prácticas inclusivas de turismo en donde se facilita el acceso a personas de grupos prioritarios, neurodiversas o personas con discapacidad, en el pasado se hacían “recomendaciones” sobre las diferencias entre viajar con un cuerpo masculino o  femenino, incluso durante siglos los tratados morales advirtieron de los peligros que los viajes representaban para las mujeres. Además, se establecían parámetros de acuerdo a la experiencia que deseabas vivir en función de si eras demasiado joven o demasiado mayor, o demasiado débil (con toda la subjetividad inmersa en tales clasificaciones).

Por otra parte, se ha normalizado la convención del turismo occidental del viaje como una experiencia para «ver» el mundo asumiendo que la experiencia sobre viajes se adquiere fundamentalmente a través de la observación. Sin embargo, cuando asumimos la percepción del mundo desde cómo lo hace la mayoría, sin quererlo terminamos excluyendo de las experiencias transformadoras del turismo a personas que quizás experimentan el mundo de una manera distinta.

Hablemos de datos clave. Según ONU Turismo, la demanda por experiencias turísticas accesibles está en constante crecimiento, impulsada por una realidad demográfica contundente: más de 1.300 millones de personas en el mundo viven con algún tipo de discapacidad, lo que representa un mercado amplio y con capacidad económica. En Europa, se estima que 56 millones de personas con discapacidad tienen los recursos necesarios para viajar; en Asia, la cifra asciende a 690 millones, y en América Latina y el Caribe, a 85 millones. Esto revela el enorme potencial del turismo accesible como una oportunidad económica, social y de inclusión global.

Además, se proyecta que en los próximos cinco años, 1 de cada 6 personas tendrá más de 60 años, lo que subraya la urgencia de diseñar experiencias turísticas que se adapten a sus intereses, necesidades y capacidades físicas.

Otro aspecto clave es que las personas con discapacidad generalmente no viajan solas, sino acompañadas por dos o tres personas, lo cual amplifica el impacto económico de este segmento y refuerza la necesidad de generar una oferta turística accesible, digna y cómoda para todos.

En este sentido, al momento de diseñar una experiencia, servicio o producto turístico vale la pena preguntarse si es verdaderamente accesible a todas las personas y si no, evaluar qué intervenciones se pueden hacer para promover esa accesibilidad.

La ONU Turismo ha generado en conjunto con diferentes aliados recomendaciones y directrices para apoyar a empresas y destinos a aprovechar este gran mercado potencial basadas en la Norma UNE-ISO 21902: 2021. El enfoque se basa en garantizar el diseño universal, eliminar barreras físicas, sensoriales y comunicacionales, y asegurar que todas las personas —incluidas aquellas con discapacidad, personas mayores o con necesidades específicas— puedan planificar, disfrutar y participar plenamente en las actividades turísticas. Además, resalta la importancia de la formación del personal, la participación activa de las comunidades y el uso de tecnologías accesibles, fomentando una oferta turística que sea segura, cómoda, equitativa y digna para todos.

Cuando se incluyen principios de accesibilidad y diseño universal desde el inicio de los proyectos turísticos, se pueden minimizar los costes de inversión, atraer nuevos visitantes e incluso emplear a personas con diversidad funcional, generando oportunidades de negocio y una mayor diferenciación de productos. De esta manera, al comprometerse con la igualdad, las empresas turísticas se vuelven más sostenibles.

Es así que resulta fascinante pensar cómo el sector del turismo ha evolucionado conforme entendemos que la sostenibilidad y la inclusión van de la mano y que al diversificar nuestra oferta para atender a nichos de mercado podemos fortalecer nuestro posicionamiento en el mercado al atender a clientes más diversos y fieles.

Para ser inclusivos necesitamos entre otras cosas ser muy empáticos y a su vez creativos. Un ejemplo destacado de ello en nuestro país lo conocimos recientemente durante el evento Un Destino Sostenible para Todos en Yaracuy organizado por ENA Yaracuy (ecosistema de trabajo perteneciente a la Estructura Nacional de Ahete). Se trata de Sonido Viajero, una experiencia inmersiva de viaje a través de los sonidos. Con nuestros ojos cerrados y unos audífonos puestos, viajamos por todo Yaracuy, caminamos por sus montañas, nos sumergimos en el río, sentimos la brisa, la cultura y la risa de los niños, todo sin movernos del sitio. Sin duda, una experiencia sencilla, creativa, sensible e inclusiva que introduce una forma distinta de viajar.

Repensar el turismo desde una perspectiva sensorial, inclusiva y sostenible implica reconocer que el viaje no solo se vive con los ojos, sino con todo el cuerpo y la diversidad de nuestras formas de percibir el mundo. Apostar por experiencias que abracen la pluralidad de capacidades, edades y formas de sentir no solo es un acto de justicia social, sino también una estrategia inteligente para el desarrollo del sector.

Hoy más que nunca, el turismo necesita expandir su significado, dejar de ser exclusivo para la mayoría y convertirse en un espacio para todos, donde cada cuerpo —con su historia, su ritmo y su manera de habitar el mundo— tenga un lugar digno y enriquecedor en la experiencia del viaje. El verdadero turismo sostenible no es solo el que cuida la naturaleza, sino el que transforma la manera en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.

Escrito por: Yanet Villasana

 

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